domingo, 14 de agosto de 2011

EL PASO DEL HORMIGÓN



Al pasar por las calles empedradas, viendo a los lejos el sonar de las matracas anunciado su portentosa salida, con un mensaje de fe y esperanza para todos aquellos que en Él creen.


Al filo de las tarde, los creyentes doblan las rodillas ante el Creador y reafirman con una bella oración esa razón que los motiva a ver al cielo con admiración y al prójimo como parte de todo lo creado.


En un masivo funeral y con lágrimas en ojos, las mas ancianas hacen la señal de la cruz. Un suave meneo de izquierda a derecha y al fondo las marchas de aquellos que al igual que yo, hemos sido inspirados.


No se sabe de dónde vino o como es que hoy día se encuentra en el templo. Lo que sí se sabe es que de tiempos inmemoriales ha estado ahí, representando al Cristo sufriente.


Con tez indiana hace recordar a los expertos las fuentes prehispánicas de tan magnífica creación, que como todo viernes santo nos recuerda que murió por nosotros.


Retumbando en ese bello armado de hormigón están las más puras notas del sonar doliente, ante un entierro masivo que hace que hasta el más duro de corazón haga deslizar incesantes lágrimas por sus mejillas quemadas por el sol del verano.


Ya por la media noche cuando pasa frente al Plaza Central, lugar de los primeros amoríos y de la sublevación de las masas, todos dirigen sus miradas a sus más bellas y elaboradas andas, tratando de comprender ese bello mensaje de amor que se transmite, y con velas encendidas meditan el Padre Nuestro.


El incienso se eleva hasta los cielos como bellas oraciones de un pueblo que clama justicia y paz y que de la mano de su Señor jamás se rendirá.


Ya se enfila el sábado, son las seis de la mañana… Cansados y hambrientos aun resisten para poder dejar en su recinto a tan majestuosa obra, poco a poco mediante un leve movimiento de izquierda a derecha van entrando al sonar de la melodía más escuchada.


El sol del verano nuevamente se enfila detrás del volcán y les recuerda a los creyentes que aun existen bellos amaneceres.


Es así pues como se ve, se siente, se suspira en la tarde noche de un caluroso Viernes Santo, el paso del Sepultado de San Felipe.




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Plasmando ideas en papel.