jueves, 3 de noviembre de 2011

Una típica historia del 31 de Octubre. (II) Final


Me desperté como siempre a las cinco de la mañana, tal y como siempre, pensé que todo era un sueño y que todo lo que paso con ese chico lindo fue una fantasía. Pero luego aterricé y me di cuenta que era realmente muy real, un aire frío rozó mi cara y casi naturalmente vi la chaqueta que el chico lindo un día anterior me había prestado, y claro, debía de devolver.


Decidí entonces levantarme como todos los días, con ansias que se llegase sea hora especial, desayuné rápidamente, me bañé, me cambié y me dispuse a emprender esa salida que sería muy interesante. Desde temprano mucha gente pasaba con flores y coronas rumbo al cementerio, otras con carretones dispuestos a instalar sus ventas, me hizo recordar el hecho que ningún de mis familiares descansa en ese mausoleo, pero algún día alguien estará ahí, espero que no sea muy pronto.


Llegándose la hora del encuentro, y sin decir a donde me iba, me dirigí con rumbo a la casa de ese chico, bajo un sol radiante y con una chaqueta negra digna de sí. Con miedo y un poco confundido paso frente a la Casa Parroquial, recordando esos buenos tiempos cuando caminaba de la mano de Dios. Un aire frio rozó de nuevo mi cara. La chaqueta, claro la tengo que devolver como habíamos quedado. Cuadras más abajo, llegué al lugar en donde le di el último beso, me acerque a la puerta un poco inseguro. Toque el timbre, pero nadie salió, toque de nuevo, y nuevamente nadie salió, entonces decidí tocar la puerta fuertemente y fue para mí una sorpresa ver quien salió a mi encuentro.


- Buenos días joven, ¿En qué le puedo servir? – me preguntó una mujer ya adulta vestida completamente de negro.

- Buenos Días, mire vengo a dejar esta chaqueta al muchacho que vive aquí, ayer me la dio, y me dijo que hoy se la devolviera. – Se lo dije con un tono claro de cortesía-

- No sé de quién es esa chaqueta, creo que se equivoco. – Me respondió agachando la mirada-

Ah, como así, no se suponía que él me había dicho que la dejase en ese lugar y a esa hora. Me fue todo muy confuso, así que ya habiendo aclarado mi orientación sexual, decidí sin más preámbulo contarle la verdad.

- Hoy por la madrugada, vine a dejar a un muchacho como de mi altura, morenito lindo, colocho, delgado. Como yo no tenia suéter y tenia frío, el me prestó su chaqueta y me dijo que se la devolviera hoy a las diez de la mañana. En esta misma casa fue, me recuerdo claramente, ¿Está él o no?


La señora, sin cerrar la puerta entro a su casa. Yo supuse que iria a buscarlo, pero mi sorpresa fue otra.


- Mire joven, dice que le entregue su chaqueta en el cementerio a las 3 de la tarde en la capilla que hay ahí, yo llegaré con él, es que se acaba de levantar y así no puede salir.

- Ah muy bien – le contesté – ahí estaré entonces. Dígale que se levante, que no se haragán, que deje de estar durmiendo. – le dije guiñándole el ojo y con una sonrisita – Nos vemos entonces.

- Que le vaya bien joven. – Expresó la señora cerrando la puerta, mientras yo emprendía la dura travesía de vuelta a mi casa -.


Muchas dudas surgieron, por qué una hora y luego otra, no entendía nada, solo sabía que debía ir al cementerio a la hora que me propuso la señora, bueno, con consentimiento de su hijo, digo que era su hijo, realmente no sé.


Con mi hermana nos fuimos desde la una de la tarde al cementerio, dimos un paseo por todas las tumbas y recorrimos todas las ventas, decidimos almorzar ahí mismo unos panes típicos, también probamos la variedad de dulces típicos que ahí se venden. Yo miraba la hora de mi celular a cada rato, esperando las tres de la tarde, dimos varias vueltas por todo el lugar hasta que se llegó la hora, ahora sí, del encuentro con el.


Llegué a la capilla, con la chaqueta de él, a la hora que habíamos quedado. Entre la muchedumbre vi venir a la señora, esperé a que llegará, pero él no se encontraba con ella.


- Buenas tardes joven – me dijo con una cara sonriente –

- Hola ¿Cómo está? ¿Y su hijo? – le pregunté así rápidamente – Usted me dijo que vendría y no lo veo por ningún lado.

- Vamos, venga – me dijo jalándome hacia varias tumbas –


Caminamos viendo varios mausoleos, ella no decía nada, yo tampoco, la chaqueta de aquel chico lindo me acaloraba, luego de meternos por varios callejones, llegamos a un panteón. No lo podía creer, en la esquela decía claramente.


Aquí descansa mi hijo amado,

José Roberto Lima Chan.

23-09-1990 _-_ 28-10-2009


Me quedé mudo, el frío se apoderó de mi cuerpo, y el olor de la chaqueta se hizo más fuerte.


- Hace más de un año mi hijo murió, - comenzó a relatar la señora – fue un muchacho excepcional, muy cariñoso y muy lindo, tanto, que muchos se aprovecharon de su inocencia y lo hicieron sufrir, pero la que más sufrí yo, porque él nunca se atrevió a contarme la verdad.

No sabía que decir…


La señora continúa relatando.


- Así como tú, muchos jóvenes han venido a mi casa diciéndome que han salido con mi hijo, que les ha dado tal o cual cosa y que él les dice que regresen otro día a devolvérselo. A veces pienso que fui una mala madre, al no comprender a mi hijo y aceptar el hecho que es gay, y que como todo ser humano se enamora y sufre el desamor. Mi hijo no lo pudo soportar y sin mi apoyo, opto por quitarse la vida.


Por un momento quise salir corriendo, pero algo me hacia quedarme ahí, apreciando una madre angustiada por que había perdido al hijo que más amaba, y porque no me tragaba la idea de que había salido la noche anterior con alguien que ya había muerto

Lo curioso es que a él ya lo había visto otras veces, en el bus y en la calle, no me explicaba si sería él, o tal vez, otro muchacho.


La señora continuó relatando.


- Yo te aconsejo, que te apoyes en tus padres, por que el dolor de perder a un hijo es mucho más fuerte, que el dolor que causa el saber tu hijo VARON le gusta estar con otro igual a él, me duele en el alma haberlo perdido, y creo que será mi condena recibir en la puerta de mi casa, muchos muchachos como tú, que bien hubiesen podido ser una buena pareja para mi hijo, no lo supe comprender en su momento, ahora me lamento.


- Se… se… señora. ¿Le puedo dejar a usted la chaqueta de su hijo? – le pregunté con un miedo espantoso que me daba comprender el hecho que un espíritu me hizo acercarme a él –

- Ah claro, déjamela aquí.

Se la di, aun sin comprender lo que sucedía, me di la vuelta, mis sentidos se abrieron, y escuchaba hasta lamentos, fue muy horrible.


Regrese a mi casa temblando, tome agua, respiré profundo, pero el susto no me pasaba, mi hermana me preguntó que qué me pasaba, no le supe explicar, así que fuimos a ver la televisión, muchas cosas pasaban por mi cabeza, el sueño se invadió de mi, y me quedé profundamente dormido en el sillón de la sala.


Desperté, todavía un poco confundido, ya eran casi las diez de la noche, me dirigí a mi cuarto, encendí la luz, me vi al espejo y me recordé de los besos tan ricos que ese chico me había dado. El día se acababa desde ya, y mi mente no sabía cómo procesar la información. El olor aquella chaqueta comenzó a sentirse en mi cuarto, un aire frío rozo todo mi cuerpo, sentía que alguien me observaba, volteé mi mirada hacia una ventana, y no vi nada. Y cuando regreso mi mirada al espejo, veo como colgaba del perchero la chaqueta negra que una noche anterior alguien que había muerto por amor, me la había entregado para curarme del intenso frío y de la inmensa soledad que me agobiaba la noche anterior del 31 de octubre.



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Plasmando ideas en papel.